jueves, 21 de abril de 2022

Mercadillos navideños en Alsacia III: Riquewihr, Kientzheim, Kaysersberg, Turckheim y Eguisheim.

Establecimos nuestra base en Colmar y nos propusimos visitar en un día el resto de pueblecitos alsacianos en torno a esta "capital". Decidimos comenzar por el norte, y el primero fue Riquewihr ya que, viniendo de Haut-Koenigsburg, habíamos visitado otros como Bergheim, Ribeauvillé y Hunawihr. Además, habíamos leído que es de los pueblos más turísticos, por lo que era preferible madrugar para visitarlo con algo de tranquilidad... Pues no. No no salió bien el plan.

Aquel día no madrugamos. Nunca lo hacemos, realmente. Para colmo, tardamos en llegar a  Riquewihr unos 25 minutos y otros 30 en encontrar un hueco donde aparcar. En fin, un rollo. Tuvimos que dejar el coche en las afueras, en la Rue de Tuileries, y caminar un rato hasta una de las puertas.

Que conste que habíamos buscado hueco en un parking de pago, primero, y en el recomendado parking de la Rue de Horbourg, después. Para nada. 

Fue llegar a la Puerta Alta o Dolder (torre de vigilancia del siglo XIII) y detectar la masa de turistas ocupando cada metro cuadrado de calle principal. Igual que nosotros, intentaban avanzar y hacer miles de fotos.





Y es que las casitas decoradas bien lo merecían. Qué bonito todo. Unos escaparates... Como el de la tienda Käthe Wohlfahrt, que nos hizo entrar y comprar adornos navideños para nuestro árbol.


Continuamos el paseo por la Rue du Général de Gaulle, haciendo muchas fotos. Y es que nos encantaba todo ¡Todo menos la gente! ¡Demasiada! Aunque procuramos que en nuestras fotos no saliese nadie... Uff. Difícil tarea.

 

Recorrimos la calle hasta el final y decidimos perdernos, no seguir planos. Así descubrimos rincones con mucho encanto y sin tanta gente.
  






Desde Riquewihr nos dirigimos a Kaysersberg y decidimos parar en la vecina Kientzheim, atraídos por un tanque que vimos expuesto en un memorial de la II Guerra Mundial. Y es que en el invierno de 1944-45 Kientzheim fue escenario del conflicto bélico y sufrió graves daños, como otros pueblos cercanos.  

Dejamos el coche cerca y nos pusimos a pasear. Nos alegramos de haber parado para visitar el pueblo, porque nos encantó y no vimos ni un solo turista.



Por fin llegamos a Kaysersberg, otro precioso pueblo situado en la famosa ruta de los vinos de Alsacia. Como habíamos planeado, al llegar aparcamos en el parking P5, en la entrada este. Hay otros parkings y además se puede aparcar gratis más allá del centro, a lo largo de las calles residenciales, aunque algunos sitios están reservados para los residentes. Este que elegimos nos vino de perlas por la cercanía al centro.
Desde el parking, ya hambrientos, recorrimos la calle Général de Gaulle, la principal, hasta llegar al río Weiss y el puente fortificado, al pie del castillo, que se alza majestuoso sobre el pueblo. Maravillosa postal.
Pese a que la subida al castillo nos salía gratis, cambiamos ese plan por otro mejor para las niñas: comer churros con azúcar en el puente. Buenísima idea.
 

 

Pues eso, paseo, churros, fotos y al coche calentito. Next station, Turckheim, a unos 9 km.

Aparcamos, como habíamos programado, en la Place de la Republiqué, justo al lado de la Porte de France, uno de los lugares más bonitos y emblemáticos de Turckheim. Aunque llegamos algo saturados de postales navideñas, el pueblo nos encantó. Además, nos apetecía un vino o chocolate ya... ¡algo!

Desde allí llegamos a la Place Turenne, donde nos llamó la atención una fuente del siglo XVIII, con la imagen de la Virgen con el niño, justo en la puerta de lo que fue el Corps de Garde, donde hoy se encuentra la Oficina de Información Turística. Continuamos hasta llegar al mercadillo navideño en Place de l´Eglise. Y paradita para un vino. Después, por la Grand Rue, todo recto, hasta llegar a la porte de Munster. Y, finalmente, vuelta atrás por Rue des Vignerons.



Desde allí pusimos rumbo a la última parada del día: Eguisheim, a unos 8 kilómetros. Sabíamos que le llaman "el pueblo de la Bella y la Bestia", por lo que íbamos predispuestos a ver un pueblo especial. Y así fue, sobre todo por el plano urbano que tiene, compuesto por calles concéntricas en torno al castillo de San León).

Nos habíamos informado de que el mercadillo cerraba a las ocho de la tarde, por lo que era una buena idea cenar. Así que llegamos con relativa prisa, aparcamos cerca del centro (hay varios parkings) y nos pusimos a callejear, ya con un cielo bien oscuro.

Recorrimos la Rue du Rempart, bien bonita, y llegamos al castillo. Allí, junto a la fuente con la estatua de San León IX, papa y santo nacido allí, permanecimos un rato, ya con ganas de tomar algo para entrar en calor.


Por fin llegamos al mercadillo navideño, en Place du Marché, y nos tomamos unos vinos. Conservamos los vasos. Y es que al pagar la bebida los pagas igualmente, de modo que si no los quieres puedes recuperar tu dinero. Estos, desde luego, son monísimos. 


Puede dar la sensación de que el plan del día nos dejó exhaustos, pero no fue así. Se trata de pueblos pequeños que se recorren en un rato, y más si nos centramos en el entorno de los mercadillos navideños. De todos modos llegamos a Colmar, a casa, con ganas de pillar el pijama, no sin antes acercarnos al tiovivo de enfrente para montar a las niñas y tomar un cafelito en el Café Rapp. Y en casa, unas cervecitas.

Dormimos como lirones. Nos quedaba mucho que ver en Colmar y luego al otro lado del Rhin, en la Selva Negra. 


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