lunes, 3 de diciembre de 2018

Recorriendo las Highlands escocesas I


Recorrer las Highlands escocesas libremente y con una peque nos parecía una locura. El senderismo nos chifla, pero tan al norte, con una niña que se marea en coche habitualmente, con lluvia... no resultaba una opción muy atractiva, la verdad, pero tampoco nos apetecía esperar unos años. Por ello nos pusimos en marcha y en un par de semanas teníamos todo el viaje organizado: vuelos, hoteles, coche de alquiler... Todo.

Lo más complicado fue trazar la ruta. Teníamos claro que serían los 7-8 días de Semana Santa, pero todo dependía de los vuelos disponibles, los precios... Así, teniendo en cuenta los must que no queríamos perdernos, salió una ruta que consideramos un acierto:

Día 1 (12 de abril): Vuelo a Prestwick, Glasgow. Loch Lomond, Puck's Glen. Alojamiento en Kilchurn Suites.
Día 2: Fort Williams. Glennfinan. Portree. Hotel Marmalade.
Día 3: Portree. The Storr. Kilt Rock. Dunvengan. Nest Point.
Día 4: Kyle of Loschalsh. Castillo de Eilean Donan. Lago Ness. Castillo de Urquhart.
Día 5: Chanonry Point. Destilería Tomatin. Castillo Loch an Eilein. Pitlochry.
Día 6: The Hermitage. Stirling.
Día 7: Edimburgo.
Día 8: Vuelo desde Edimburgo a Málaga.

Pues ya estaba todo listo y no faltaban muchos días para viajar. De hecho, antes de que nos diéramos cuenta estábamos preparando las maletas, aunque no sin algo de temor por la hora de salida del vuelo: las 7 y media de la mañana, con obviamente un check in en el aeropuerto a las 6 y un madrugón considerable, sobre todo teniendo en cuenta la hora a la que solemos acostarnos y que viajábamos con nuestra peque... Es por esto que decidimos pasar la noche (bueno, el rato, más bien) en un hotel de Málaga más o menos cercano a un parking donde solemos dejar nuestro coche durante los viajes desde esta ciudad. Bien de precio y además el mismo personal del parking os acerca en pocos minutos al aeropuerto. Al llegar por la noche a Málaga, paseamos por la zona cercana a nuestro hotel, cenamos unas tapas y nos fuimos a dormir al Ibis Málaga Aeropuerto (52€).

A las 5 sonó el despertador y poco después de las 5.30 estábamos soltando el coche en el parking desde donde nos acercaron, como estaba previsto, rápidamente al aeropuerto. Una vez allí nos sorprendimos mucho al encontrarnos con una compañera de trabajo y su marido, que curiosamente iban a hacer una ruta parecida en Escocia. ¡Jolín, qué casualidad!

La hora y media larga en el aeropuerto se hizo pesada, como casi siempre, por la colas, el saca y mete documentos, las esperas, etc. Además, la peque estaba cansada y los papis más aún (la mami no suele pegar ojo cuando hay una alarma puesta para coger un vuelo, así que...). Sin embargo, las 3 horas y pico de vuelo no se hicieron demasiado pesadas: Ryanair se portó bien y nosotros íbamos k.o., así que dormimos todo lo cómodamente que se puede en los 3 milímetros cuadrados de "confortable" espacio vital que te proporcionan las compañías aéreas low cost... es decir, que pegamos unos 20 cabezazos con cara de zombies moribundos. El intermitente descanso nos vino de todas formas bien porque teníamos que coger fuerzas para afrontar un día completito.

Una vez en el aeropuerto de Prestwick, cerca de Glasgow, cogimos el coche que habíamos alquilado desde España y a eso de las 11 partimos hacia el primer loch (lago) escocés, Loch Lomond. La programación de nuestro viaje en base al tiempo y nuestras preferencias nos obligó a evitar una visita a la ciudad de Glasgow.

¡Hacía sol en Escocia! Así disfrutamos mucho de esta primera ruta en coche gracias a la emoción de la llegada, si bien la tripa sonaba... Nos moríamos de hambre. Menos mal que allí el horario de comidas difiere bastante del nuestro. Por esto mismo ignoramos los dos primeros castillos de nuestra lista: Dundonan castle y Dumbarton castle. Pretendíamos visitarlos con la Explorer Pass que no llegamos a adquirir... Además, visitarlos suponía perder tiempo que luego echaríamos de menos, pues teníamos un plan buenísimo.

Por fin, tras 1 hora de coche y 95 kilómetros llegamos a Luss, en la orilla de Loch Lomond y cerca de Trossachs National Park, que ha inspirado a escritores, artistas y a los creadores de la película Brave, de Disney. Y ciertamente no nos extrañó, pues la primera impresión de Escocia a través de nuestro contacto pionero en Loch Lomond fue muy buena. Queríamos comer, pero con un día soleado tan maravilloso, un amplio prado y tan bellos paisajes... Ella salió pitando del coche con ganas de estirar las piernas...



El paseíto se extendió hasta la orilla del lago. Habíamos planeado dar un paseo en barco para ver las islas y visitar el corazón del parque, pero no teníamos mucho tiempo. Es lo que pasa por apretar tanto la agenda y no prolongar la estancia en un lugar que promete. Hubiera sido genial pasar la noche allí.

La niña continuó con sus carreritas y los papis, tras ella. Y así llegamos hasta una iglesia y su cementerio. Ella se entretuvo un buen rato escondiéndose entre tumbas mientras nosotros alucinamos con la boda que teníamos delante. Una novia con seis damas de honor (todas con el mismo modelito) y unos gaiteros amenizando el evento, en una escena que parecía sacada de una peli de amores y desengaños de Hugh Grant. ¡Nos encantó verlo!

 


A las 13 horas, aún muertos de hambre, decidimos dirigirnos al precioso sitio que habíamos elegido a través de Tripadvisor, The Village Rest. ¡Y acertamos! La sopa del día de puerros y queso ahumado estaba riquísima y la acompañamos con pollo cajún. La peque se decantó por un hot dog que se zampó mientras coloreaba unos dibujos que le dieron y que luego dejaría colgados como recuerdo en un muro.



Había que rebajar el almuerzo y una buena caminata nos esperaba en el Puck's Glen, a poco más de una hora de Luss. Además, al viajar en sobremesa la niña dormiría un buen rato y así evitaría marearse con las curvas, porque la pobre siempre lo ha pasado fatal, al menos hasta que descubrimos la maravillosa existencia de Cinfamar, que viaja con nosotros desde hace unos años sin fallar ni una vez. Uff!



Puck's Glen toma su nombre de Puck, un personaje de “El Sueño de una Noche de Verano” de Shakespeare. Se trata de un pícaro duendecillo que sirve a Oberón, quien le envía para conseguir una flor mágica capaz de hacer que quien se encuentre bajo sus efectos se enamore de lo primero que vea.

Cuando la peque despertó, ya aparcando, le contamos la historia del duende y llena de ilusión saltó del coche en busca de aventura. Desde luego la ruta de senderismo que nos esperaba es una de las más populares de Escocia. Pese a eso prácticamente no vimos a nadie por allí, lo que nos vino genial, pues la soledad en medio de esos bosques fue muy especial... Teníamos la sensación de que Puck iba a aparecer en cualquier momento.

Recorrimos los 3 kilómetros y medio de ruta en 1 hora y pico, parando cada varios metros a hacernos infinidad de fotos porque el bosque resultaba impresionante. Podemos comparar esas sensaciones que tuvimos con la que habíamos experimentado un año antes recorriendo la selva de Irati (Navarra). Espectacular. Árboles gigantescos de todo tipo, el rumor constante del agua, una tupida vegetación omnipresente y un recorrido muy ameno para las familias.





 

Magnífica ruta, pero acabamos agotados. El despertador había sonado más de 12 horas antes y no habíamos parado, así que nos apetecía muchísimo conocer el "castillo" que sería nuestro hogar aquella noche, las Kilchurn Suites y, por fin, descansar.

Allí no había restaurante, así que compramos un picoteo y cervezas para tomar en la habitación, pues el plan que habíamos programado, ir a Inveraray a cenar, fue desechado rápidamente por cansancio y kilómetros.

Una hora y pico después del sendero de Puck, ya anocheciendo, llegábamos a "casa" y nos maravillábamos. OMG! ¡Qué sitio! ¡Qué habitación! ¡Qué vistas al Loch Awe y al Kilchurn castle! La peque decía que íbamos a dormir en el castillo de Bella y Bestia... Bueno, más o menos. El tiempo había empeorado un poco y habían aparecido negras nubes y niebla, lo que aportaba al castillo cierto aire misterioso, casi terrorífico, que aumentaba debido a ciertos ruidos raros. Desde luego, si volvemos a Escocia reservaremos de nuevo aquí.

 


Vistas del Kilchurn castle en el Loch Awe desde nuestra habitación

Dormimos como lirones y bien temprano nos pusimos en marcha. Primero, un paseo hasta las ruinas  del Kilchurn Castle y después una visita a la curiosa iglesia de St. Conan.




El castillo de Kilchurn fue construido en el siglo XV y alcanzado por un rayo en siglo XVIII, razón por la cual quedó muy dañado y abandonado hasta la actualidad. Antiguamente en un islote, hoy tiene a pie un difícil acceso surgido por el descenso del nivel del Loch Awe a través de un camino no muy largo pero con bastante barro y zonas resbaladizas. Nos recordó un poco al castillo de Tiraslin, en la película Willow, pero afortunadamente no aparecieron ni trolls ni los amiguetes de la reina Bavmorda. En cualquier caso nos encantó la visita y a nuestra peque también: disfrutamos leyendo los carteles explicativos e imaginándonos como sería la vida en los tiempos de los que hablaban.




La iglesia de Saint Conan nos encantó y una vez dentro supimos que en la capilla de Robert the Bruce, personaje clave en la historia escocesa al que conocemos mejor por la peli "Braveheart", hay un fragmento de hueso suyo, si bien la tumba se encuentra en otro lugar. La bonita y acogedora iglesia, construida en un estilo ecléctico, con mucho neorrománico y neogótico, nos resultó bastante pintoresca.



Nos hubiéramos quedado un buen rato allí, pero queríamos ver tantas cosas antes de acabar el día... Así que no perdimos más tiempo y nos pusimos rumbo al oeste. Teníamos dos opciones: tomar la carretera A85 en dirección oeste (a Oban) o hacia el este, hasta encontrar la A82, una carretera rodeada de paisajes preciosos. Nos decantamos por la primera opción y cerca de Oban nos topamos con el Castle Stalker View, donde desayunamos disfrutando de unas amplísimas vistas al castillo Stalker desde unas maravillosas ventanas panorámicas, en el Loch Linnhe. Bueno, más bien se trató de un brunch (todo orgánico y homemade, riquísimo), por la hora (13 horas) y por el contenido. Y es que nos costaba mucho adaptarnos al horario escocés. Allí, además, compramos un chubasquero chulísimo a la niña. Desde luego iba a hacerle falta, pues es más práctico allí que un paraguas. Y antes de irnos, una curiosidad: volvimos a encontrarnos con la compi de trabajo. ¡El mundo es un pañuelo!




Con los estómagos llenos nos dirigimos hacia el norte, rumbo a Glencoe, un precioso valle (glen) en el corazón de las Highlands, pero viendo la hora decidimos pasar de largo y llegar a Fort Williams, por donde callejeamos un poco. Tampoco tuvimos tiempo de proseguir hasta Glen Nevis, para ver el Ben Nevis, la montaña más alta de Reino Unido (1344 m.), pero no nos quedamos sin ver el viaducto de Harry Potter en Glenfinnan, prácticamente a orillas del Loch Shiel. ¡Espectacular!



Habíamos pensado continuar hasta Mallaig para tomar un ferry hasta la isla de Skye, parando a pasear por la preciosa playa del camping Camusdarach, cerca de la desembocadura del río Morar, pero vimos un anuncio en la carretera indicando que, debido al tiempo, no zarpaban ferries, así que solo nos quedó una opción: llegar a la isla a través del puente de Kyle of Lochalsh.




Y por fin, tras casi 5 horas de coche, 300 km. de curvas, fatigas y paisajes que quitan el hipo, llegamos a Portree. Y el pueblito y la isla nos volvieron locos. Pero es otra historia...