martes, 26 de abril de 2016

4 días en la marmórea isla de Paros

Llegar a la isla de Paros resultó ser una odisea. Nos encantó el puerto de Katapola en Amorgos, si bien guardamos un recuerdo agridulce del mismo debido a la inexistencia de ferry con el que marchar sede la isla. Insistimos, con Sea Jets, si es posible, nunca más. Anunciar y vender un ferry que sólo existe para otros días de la semana es, cuando menos, raro, raro, raro... ¿no les parece?

Como narramos en el periplo anterior, tras una larga mañana de espera y paseos en el puerto de Katapola cogimos un ferry hacia la isla de Paros. Tras cambiar de ferry en Naxos llegamos, ya a media tarde, al puerto de Parikia, donde nos esperaba nuestro casero, Hervé, previamente informado sobre el inesperado retraso. Pues bien, nuestro simpático anfitrión nos recogió y nos llevó a la coqueta casita que sería nuestro hogar durante tres días.

Nos parecía mentira estar en casa, por fin, descansando tras un día tan largo y agotador, pero como había que llenar el frigorífico era preciso salir a comprar algo... Pues eso, unas comprillas, un paseo por el puerto y a disfrutar de la casa y de su relajante terracita con vistas a un huertecillo, donde desayunamos tras una larga noche de descanso.

¡Pilas cargadas! No podíamos perder tiempo, pues ya habíamos desperdiciado casi un día entero por culpa de Seajets. Sin demora nos largamos al centro de la ciudad dispuestos a callejear y explorar todos los rincones que nos interesaban hasta caer exhaustos. Bueno, al menos hasta que Valeria exigiera su siempre merecido descanso.


Un paseíto a través de algunas calles y en apenas cinco minutos estábamos en el casco histórico. Nuestra primera parada fue la iglesia paleocristiana de Panagia Ekatontapiliani (Virgen o Iglesia de las Cien Puertas), fundada (eso dicen) por santa Helena, la madre del emperador Constantino, en 326 d. C., cuando se dirigía en peregrinación a Tierra Santa con el objeto de encontrar la cruz de Cristo.

Existen leyendas en torno a las "cien puertas". Una de ellas viene a decir que se han encontrado 99 puertas y el día en que alguien encuentre la que hace 100 Estambul será de nuevo griega. Otra leyenda cuenta que el edificio fue construido por un discípulo del arquitecto de Santa Sofía y que cuando el maestro vio su perfección la envidia le llevó a pedir a su discípulo que subiera a lo más alto de la iglesia de cien puertas para empujarle al vacío, pero el discípulo agarró al maestro en la caída, precipitándose y muriendo ambos; en la misma puerta donde cayeron se dice que esculpieron sus dos figuras, aunque más bien parece tratarse de dos sátiros. Leyendas...

Nos encantaron especialmente la capilla principal y el baptisterio en forma de cruz. Un viaje a otra época, sin duda.




Después callejeamos hasta que encontramos el Castillo Franco o veneciano, erigido en 1260 por el duque veneciano Marco Sanudo aprovechando los vestigios de edificios antiguos que se encontraban allí mismo, como el templo jónico de Atenea del siglo V a. C. Continuamos con el callejeo, asombrados aún tras días en las Cícladas por el blanco en que se pintan las juntas del pavimento. Embelesados por lo amable de callejones y gentes, nos topamos con una tienda en la que todo estaba fabricado con madera de olivo... ¡Gracias Atenea por tan preciado presente! Allí nos hicimos con el souvenir que queríamos... ¡un backgammon!
     




Para comer elegimos nuestra casa pues, de camino, había que coger bikinis y bañadores para pasar una relajada tarde en la playa, allí mismo... Livadia. Esta playa, pegada al puerto y al centro de Parikia, no es de las mejores de la isla pero sus aguas están muy limpias, tiene arena fina y algunas piedras y, eso sí, unos servicios muy buenos, pues está adornada con diversas tiendas y restaurantes.

Para celebrar nuestro primer día de playa en la isla planeamos cenar pronto en un bar que descubrimos entre olivos y otros árboles, sobre la arena, llamado Ephessus. Muy buena pinta y un menú magnífico. Así que bien temprano, antes de las 8, ya estábamos cerveza en ristre, disfrutando de un atardecer precioso a la luz de las velas. Las mesas y sillas se repartían por la orilla y sus patas casi se sumergían en el vaivén de las espumosas aguas someras. Los faroles tiritaban, El ocaso ardía. El mástil de los barcos se mecía al ritmo de una canción universal. Todo era mágico...






Tarde perfecta. Solo faltaba una ducha y dar una vuelta por el centro de Parikia de noche... Y así hicimos. Habíamos leído buenas críticas sobre el Pirate Bar, un local para tomar una cerveza o una copa en pleno casco histórico, y allá que fuimos, previa parada en un parque infantil. Unas cervecitas en la terraza (es decir, en plena calle) y un ambiente estupendo. La peque cayó rendida. Era hora de volver a casa, pues nos esperaba un día intenso de tour por la isla, así que nos fuimos a dormir y de veras que lo hicimos a pierna suelta.





Éste era nuestro segundo día en la isla y debíamos sacarle el máximo jugo. Elegimos una ruta por el centro y sur de la isla, donde nos decantamos por algunos enclaves destacados. Tanto en nuestra ruta de hoy como en la del día siguiente, programada para conocer la zona norte, habíamos elegido algunos lugares. En este sentido, está bien dejar algunas cosas sin ver, pues así puedes tener un buen motivo para regresar a sitios que nos han marcado... Aunque para repetir en estos sitios tampoco hace falta dejarte algo atrás.

Alquilamos un Kia Picanto en Athina rent a car, ubicado junto a la playa pero algo alejado del puerto, por lo que el coste era algo menor. Pocos minutos después de salir de Parikia nos encontramos con las famosas canteras de mármol, cerca de Marathi. Intentamos acceder pero el camino a pie y el posterior acceso no eran recomendables para nuestra pequeña y ya habíamos visitado canteras en Naxos


Además, teníamos una larga ruta por delante que incluía muchas paradas, por lo que decidimos ojear la mina desde abajo y seguir con nuestro camino.

El mármol blanco semitranslúcido de la isla de Paros fue utilizado en la elaboración de obras maestras del arte como la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia o el Hermes de Praxíteles. También fue empleado en la construcción del Panteón de Napoléon en los Inválidos de París.



Continuamos hacia la bella y genuina Lefkes, pueblecito blanco que nos encantó y que con sus escasos 500 habitantes se mantiene alejado del turismo masivo, hecho que precisamente ha favorecido la conservación de su autenticidad. Así que éramos prácticamente los únicos visitantes en aquel mediodía caluroso de julio. Nos encantó pasear por sus calles repletas de casas blancas primero cuesta abajo desde el parking del pueblo hasta llegar a la marmórea iglesia de Agia Triada (Santísima Trinidad) y cuesta arriba posteriormente, ya buscando el coche. La iglesia, por cierto, a pesar de las múltiples indicaciones, no tiene nada de bizantina, pues es una construcción moderna.




Continuamos por la misma carretera Parikia - Piso Lavadi hasta legar al monasterio de Agios Anthonios en Marpissa, junto al mar. La subida nos impresionó, pues el camino de tierra por el que se accede tiene unas curvas muy cerradas, pero mereció la pena. En caso de contar con más tiempo es preferible un sendero a pie que sube hasta arriba y cuyo ascenso debe llevar unos 30 minutos.





Las vistas y el edificio nos gustaron muchísimo, pero hubo algo más que realmente nos sorprendió y dejó boquiabiertos... ¡Un monje, que por cierto daba un aire a Pavarotti, cantando! Nos quedamos mudos. La niña alucinaba como nosotros. El lugar y las circunstancias no podían ser más espectaculares.


Cuando el monje bajó nos dio una calurosa bienvenida con loukoumi (lokum en turco), que ya habíamos probado en Amorgos, mientras visitábamos el interior del edificio, del que nos llamaron la atención sus pinturas, algo descuidadas.



Antes de abandonar el lugar nuestra hija quiso encender una vela. Este ritual suyo comenzó aquí, en las Cícladas, para convertirse en constumbre, de forma que cada vez que visita una iglesia o catedral nos pide una moneda como limosna para poder hacerlo... Es especial.

Al salir del monasterio volvimos a fijarnos en las increíbles vistas. Al norte, Molos. Al sur, Piso Livadi. Difícil decisión, pero como nos quedaba un largo día por delante... ¿por qué no darse un chapuzón en Molos para después buscar un chiringuito o algo parecido allí o más al sur?

Y allá que fuimos, a la playa de Molos, preciosa, amplia y de arena fina. Recomiendan ir cuando no haya viento y nosotros pudimos comprobar lo adecuado de esta recomendación, pues este día era ventoso y, a pesar de la belleza de la playa, era algo incómodo el constante zumbido del viento.



No encontramos bares interesantes, aunque sí una escuela de surf, que de nada nos servía al menos en esta ocasión. Con los chapuzones llegó el hambre. Entre ésto, el viento que no amainaba y que no llevábamos sombrilla decidimos largarnos. Era el momento de ver en Tripadvisor dónde comer por la zona. Elegimos continuar hacia Marpissa y Piso Livadi porque había más opciones...


En Tripadvisor vimos que el número 1 en la zona era la taberna de Anna & Giorgos. No sabríamos determinar si realmente es el mejor porque no tenemos elementos de comparación, pero desde luego nos alegramos muchísimo de haber ido a parar a ese lugar apartado de las carreteras principales y de la civilización, pues el restaurante era precioso y la comida no podía estar más rica.

¡Todo exquisito! Especialmente las keftedes (albóndigas fritas) de calabacín o pepino. Para beber unas Mythos muy fresquitas y para acompañar un pan rústico tostado con aceite y hierbas... Mmmmmm.

Con el estómago bien lleno era el momento ideal de buscar una buena playa para echar una siesta. Elegimos Farangas y descubrimos un pub a pie de playa que nos transportó a Ibiza por unos momentos. Entre chapuzones, chill-out y house pasamos la tarde. La ubicación de Farangas era perfecta para que el viento predominante aquel día ni siquiera se notara. Baño, mil fotos, un café... Relax total. Maravillosa tarde.




En la zona sur de la isla hay otras playas interesantes como Drios o Alyki. No pudimos visitarlas todas, así que si volvemos a la isla ya sabemos dónde ir en primer lugar.

Una vez más aprovechamos la noche en Paros con un paseo, bien lento y disfrutado, por el centro. Pero teníamos pendiente un madrugón para visitar el norte de la isla y decidimos no entretenernos demasiado. Nos esperaba un pueblo precioso, Naoussa, y una playa paradisíaca de aguas transparentes, arena fina y grandes rocas claras, Kolymbithres.


En primer lugar visitamos Naoussa. Se trata de un pueblo muy turístico que cuenta con una zona portuaria antigua muy bonita. Es lo que más nos gustó. El callejeo resultó igualmente una maravilla. Al parecer la Naoussa nocturna es especialmente bella y aquí se concentran algunos locales tipo discoteca y gran parte de la "marcha" en la isla.








La playa de Kolimbithres, en el otro extremo de la hermosa bahía que corona Naoussa, nos enamoró. Aguas cristalinas, arena fina, rocas de sinuosos y caprichosos perfiles que salpicaban la orilla... aunque poco sitio para establecer asentamiento. No había dónde colocar las toallas, así que optamos por dejarlas en una gran roca al borde del agua. De todos modos no tuvimos tiempo de descansar tomando el sol. Había mucha playa y roca que examinar. Fotos mil. Tarde perfecta, hasta la noche. De hecho, nos fuimos los últimos.






Al caer la tarde decidimos volver a Naoussa para tomar algo y poder deleitarnos con su ambiente nocturno. Y así, de esta forma, tomando una cerveza en una de las múltiples terrazas que adornan sus estrechas y concurridas calles, nos despedimos del pueblo y de la isla. 



Encantados, nos fuimos a preparar las maletas y a descansar, pues al día siguiente a las 11 y 25 de la mañana salía nuestro ferry hacia la isla de Mykonos, la última de nuestro periplo cicládico, única isla junto a Santorini que visitábamos por segunda vez. Pero... oh no! Sea Jets otra vez! Nos temblaban las piernas ante el peligro. Si no hubiéramos tenido los tickets comprados hubiéramos optado por Hellenic o Blue Star. Seguro.

A pesar de nuestros temores, el ferry llegó a tiempo y todo fluyó sin ningún problema: a mediodía y sin mucho retraso estábamos llegando a la "isla del viento", pero eso es otro capítulo de nuestro periplo, otro capítulo que será narrado en otras páginas. ¡Hasta pronto!