viernes, 1 de enero de 2021

Mercadillos navideños en Alsacia I: Obernai, Gertwiller, Barr y Sélestat

Aquella mañana del 26 de diciembre, tras otro pequeño madrugón, como viene siendo habitual cuando tenemos un vuelo por delante, nos presentamos en el aeropuerto. En esta ocasión habíamos elegido, tras ardua tarea de selección, vuelos desde Sevilla, así que genial por la cercanía. A las 9 y poco, sin retrasos, salíamos en un Ryanair hacia Karlsruhe-Baden Baden.
Como indicamos a la hora de preparar el viaje, nos decantamos por el aeropuerto alemán por el precio del alquiler del coche, mucho más caro en el caso de Basilea, al menos en los modelos que buscábamos y con ruedas de invierno...
En torno a las 12 de la mañana estábamos en la cola del mostrador de Europcar, que parecía ser el único operativo en la fecha de llegada... menos mal que nos informamos al respecto previamente, pues nos habríamos llevado una sorpresa desagradable (la verdad es que tampoco teníamos claro si las otras empresas de alquiler de coches operaban ese día con otro método: llaves en buzón o similar). En fin, nos pusimos en la cola e inmediatamente escuchamos uno de nuestros nombres, adelantándonos al resto de gente que esperaba porque habíamos hecho antes un check in online que eliminaba la espera (muy recomendable esto cuando el rent a car nos lo ofrece). ¡Nos estaban esperando llave en mano! 

¡Qué guay! En unos minutos estábamos analizando arañazos del coche para evitar sorpresitas tras el viaje pero no encontramos ni uno. Nuestro Hyundai Tucson con 2000 kilómetros estaba impecable. ¡Y con navegador! resulta curioso que a la hora de reservar el coche te ofrecen la opción de contratar un navegador por un cargo extra, pero nosotros ya veníamos preparados con uno en el móvil, así que pensamos que era una tontería pagar más por ello. Sin embargo nos llevamos una sorpresa, y es que los coches nuevos raramente carecen de navegador y GPS.

Nos pusimos rumbo a Obernai, a una hora del aeropuerto y 85 km. ¡Nuestra primera parada con mercadillo navideño! Obernai supuso nuestra helada (la sensación de frío es bien grande viniendo de donde veníamos) y triunfal entrada en Alsacia y es uno de los típicos pueblecitos de esta pintoresca región vitivinícola y cervecera, con casas típicas repletas de adornos navideños, muchos turistas y con puestos de comida muy interesantes. Como otros pueblos que veríamos más tarde, este se encuentra justo entre las montañas de los Vosgos y el Monte de Sainte Odile. No había tiempo que perder. 

El navegador nos llevó hasta uno de los parkings gratuitos del pueblo, concretamente el de Remparts (Rue Poincaré), justo al lado de la Place André Neher, precisamente por donde pretendíamos comenzar la ruta, ya muertos de hambre... Justo al aparcar divisamos la muralla. Tras atravesarla por una pequeña puerta nos adentramos en una placita muy cuqui: las cámaras de fotos echando humo... Nos volvimos locos al sumergirnos en el habitual ataque de locura del recién llegado... Nos encantó, como también lo hizo el olor que había en el ambiente. Salchichas, vino y chocolate calientes... ¡Qué hambre! ¡y qué frío!

Dejamos atrás esta preciosa plaza con la sinagoga (obra del arquitecto A. Ringeisen) y entramos en Rue du Marché, muy concurrida, con el objetivo de encontrar algo para comer. 



¡Y no tardamos demasiado! Había un puesto de salchichas con una mesa (eso sí, para picar de pie) esperándonos, y como había mucha gente y pocas plazas libres, pues volamos. Y así probamos a las primeras de cambio la típica tarte flambée, además de unas salchichas y un bretzel. ¡Hmmm!



Continuamos paseando y así llegamos a la Place du Marché, donde nos topamos con un tíovivo. A ver quién decía a estas dos que no se podían subir... Mientras nosotros alucinábamos admirando nuestro primer mercado navideño, concretamente el 
Marché de Noël de la Gastronomie et de l’Artisanat. También nos llamó la atención en una esquina el Mercado del Trigo (Le halle aux blés), un edificio de 1554 que fue carnicería y almacén de trigo.

Continuamos recorriendo la plaza y vimos la Fuente de Santa Odile, construida para conmemorar la llegada del agua corriente a Obernai y en honor a la patrona de la Alsacia, nacida aquí. Unos metros más adelante nos topamos con el Ayuntamiento (la Mairie) y el Beffroi, el campanario de la Capilla de la Virgen, construido en 1285 con cuatro plantas, si bien se añadió una quinta en 1597. Debido a su altura (unos 72 metros) fue utilizado como torre de vigilancia.




Bordeamos el campanario y continuamos paseando por Rue du Général Gouraud. En un momento dado nos dimos cuenta del frío que hacía y decidimos volver al parking por otra calle para ver algo más del pueblo. Así llegamos a la Place Beffroi, justo al lado del campanario del mismo nombre.

Así pues, nos perdimos algunas cosas que iban anotadas en nuestra guía de viaje, pero más que nada por culpa del frío. Además, teníamos por delante otro pueblo y otro mercado, así que...

De camino a Sélestat pasamos por Gertwiller (a 7 km.), donde paramos a comprar las típicas galletas alsacianas (que nos recordaban a la galletita de Shrek) en Le Palais Du Pain D'épices, , visita obligada, famoso y reputado establecimiento a cargo de la familia Fortwenger dedicado con pasión a la producción de pan y galletas de jengibre durante más de 200 años. Desde allí continuamos hacia Barr, que está justo al lado y que prácticamente recorrimos en coche, buscando sobre todo la plaza del L'hotel de Ville, que llama la atención por las casas típicas alsacianas y la fuente renacentista. Increíble, pero no hicimos fotos. No se mostraba muy fotogénico el pueblo...






En 20 minutos llegamos a Sélestat, última parada del día antes de llegar al hotel. Aparcamos en pleno centro y junto al mercado navideño de  Place d’Armes, que hasta las 19 h. estaría abierto. Ya tocaba un vino caliente, por meternos de lleno en las costumbres locales y por combatir el frío que comenzaba a calar los huesos.

Como llegamos ya de noche (anochece a las 16.30 h. en diciembre) no pudimos visitar nada de lo que teníamos en mente unos días antes, pero con visitar el mercado quedábamos bien contentos. No estaba nada mal el plan para el día de llegada, ¿a que no? Como no vimos ni gofres ni nada interesante, tras entrar en calor con el vino junto a un fuego decidimos largarnos al hotel para acomodarnos y cenar tranquilamente.

Pasaríamos la noche en el hotel Au Parc des Cigognes, en Kintzheim, a pocos minutos. Llegamos, hicimos check-in, descansamos un rato en una habitación enorme con la reconfortante sensación de una calefacción potente y bajamos a cenar en el restaurante, muy acogedor y típicamente alsaciano. 

Un pequeño error de entendimiento nos estropeó un poco la cena. Cuando llegaron dos platos idénticos de carnaza tuvimos que rechazar uno que no habíamos pedido. Quizá por eso la camarera nos ignoró durante mucho tiempo. Realmente nos dio igual, pues no teníamos prisa. Estamos acostumbrados a cenar tarde y dormir más tarde aún, así que el retraso a la hora de pedir postre (bueno, un par de gin tonics) o la cuenta no nos traumatizó demasiado, aunque nos dejó mal sabor de boca. Aún así es recomendable el lugar: el restaurante tiene unos detalles preciosos en la decoración, las estructuras de madera y el ambiente aportan calidez al ambiente y se respira relax y buen rollo; el vino era bueno y la comida mejor aún. Eso sí, no es para nada recomendable pedir copas allí, pues pedimos dos gin tonics y pusieron dos vasos con ginebra, un vaso con poco hielo y una lata de tónica. A ver... eso en mi pueblo no son dos gin tonics. Esperábamos, como se estila en toda España, dos vasos anchos repletos de hielo y dos latas o dos botellas de tónica. En fin, que nos encanta nuestra tierra y viajar nos hace quererla más aún en muchos sentidos.



Dormimos como lirones y al despertar no nos esperaba desayuno alguno. No quisimos pedirlo por las críticas y el precio (eran unos 30 euros por persona o algo así), pero sí que la opción está disponible en el hotel. En lugar de desayunar allí compramos unos croissants y unos batidos de los que dimos cuenta en el coche, ahorrando tiempo con esta opción, y pusimos rumbo al Castillo de Haut-Koenigsburg, allí mismo.