viernes, 19 de junio de 2015

Érase una vez un navegante griego llamado Coleo de Samos...

Hoy queremos regalaros la aventura de uno de los primeros viajeros documentados de la historia, el navegante griego Coleo de Samos. Según Herodoto, en un relato semilegendario que sitúa en el siglo VII a. C., Coleo llegó hasta tierras andaluzas accidentalmente por el empuje del viento.

En esta trepidante historia una nave samia, cuyo capitán era Coleo, fue desviada por un incesante y poderoso viento de Levante cuando navegaba rumbo a Egipto. Tales fueron la fuerza y constancia del viento que los navegantes fueron conducidos más allá de las Columnas de Hércules, el actual Estrecho de Gibraltar, y, en boca de Herodoto, llegaron a Tartessos (ubicado entre las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz -no es el momento de comentar las diversas hipótesis que existen al respecto) por providencia divina. 

El mercado tartesio estaba en aquel tiempo inexplotado todavía, por lo que los marinos samios al volver a su tierra obtuvieron de su cargamento tantas ganancias que la gesta de Coleos pasó a la posteridad. Según Herodoto los samios tomaron seis talentos (150 kilos de plata), la décima parte de sus beneficios, para construir en bronce un vaso a modo de crátera argólica con cabezas de grifos salientes alrededor del borde y la consagraron en el templo de Hera, soportándola tres colosos de bronce arrodillados cuya altura sobrepasada los 3 metros. 

Gran hazaña y grandísimo viaje de uno de los héroes poco conocidos de la Antigüedad, ¿no os parece?

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